Basta tan solo ver un noticiero de la televisión de un día cualquiera, leer un periódico o escuchar las noticas de la radio, para darnos cuenta que la delincuencia está en todas partes de nuestra América Latina. No respeta fronteras, ideologías, ni estratos sociales. Es sencillamente un problema transversal que pareciera muchas veces superar con creces lo que los propios Estados pueden realizar para cumplir con quizás una de sus principales obligaciones ante sus sociedades, cual es asegurar las mínimas condiciones de seguridad para garantizar el desarrollo de las personas.